Delicious Lust [...-Libre-...]

Una noche más el muchacho había entrado en esa taberna tan...tan...a rebosar de gente que hasta tendrían que salir algunos para que no estuvieran tan estrechos, Nicolas odiaba trabajar en ese antro tan estrecho y caluroso, a pesar de que llevaba poca ropa encima (no muy habitual de ver en aquella época)

Algunos ''sujetos'' le observaban con mirada crítica, como si no aprobaran ese tipo de vestimenta y otros le miraban con lujuria conocedores del trabajo del chico, bah, incompetentes...ellos no tienen ni un cuarto de la experiencia que tiene Nicolas en la cama, tan solo son un grupo de ''sujetos'' arrugados y con barriga. El albino estaba acostumbrado a 'tratar' con gente así pero claramente prefería otro tipo de clientes que no fuesen tan mayores.

El menor se sentó en la mesa de siempre que solo habían dos sillas y estaba situada a una esquina de la taberna, se ''acomodó'' la camiseta blanca que llevaba rota por el mismo para darle un toque más salvaje y no tan serio que invadía todo Londres. Había rasgado también los pantalones de tela marrón oscura que llevaba hasta hacer una especie de pantalón exageradamente corto dejando ver un poco de sus nalgas, su calzado se basaba en unas baratas sandalias. Para un pervertido estaba realmente encantador...y si uno de esos pervertidos se sentía solo aquella noche podría ir a aquella mesa de la esquina...y charlar con el prostituto..si, charlar, lo primero de todo es hablar.

Una camarera de insinuantes curvas y busto generoso paso justo al lado suyo para ofrecerle alguna bebida y el joven la tomó por la cintura y se la sentó encima con delicadeza.-Se-señor...este no es el lugar...para este tipo de atenciones..- murmuró la camarera entrecortada y toda sonrojada, Nicolas no podía verla pero había notado que la temperatura de su cuerpo femenino había subido y seguro que no era fiebre.
-Tráeme una pinta..señorita.- Dicho esto apoyo sus expertos labios en el cuello de la camarera y empezó a absorber sin disimulo alguno...las miradas de los clientes de la taberna mataban al chico de las formas más crueles por acosar a la atractiva camarera y encima ver que a esta le gustaba...hasta le consiguió arrancar algunos gemidos de sus labios.-Ya te dejo en paz...- acerco su boca al oído derecho de la camarera para decirle alguna cosa obscena que no quería que llegara oídos terceros. Levantó a la camarera de sus piernas y le dio una nalgada, la camarera se fue muy avergonzada a pedir la tinta que el chico había pedido.

Lo había visto. Lo había visto absolutamente todo. No era probable que un noble (no de su edad...y a esas horas) merodeara por ése lugar público de aspecto caótico, pero el deseo de poder indagar de manera directa por alguno de aquellos antros fue una idea que, desde su llegada a la ciudad, le había parecido tan disparatada cómo divertida. No obstante y lejos de lo que hubiera podido llegar a pensar... Aquello no era para nada lo esperado.

Jóvenes de edad semejante a la propia se lanzaban sobre viejos de aspecto desgastado y con un par de caricias y algún que otro beso conseguían el dinero suficiente para subsistir. Algunos, según lo visto, siquiera tenían que compartir los actos previos, pues, con la utilización de un lenguaje que catalogó cómo obsceno parecía ser más que suficiente para convencer y activar los deseos carnales de aquellos. Se levantaban abandonando la mesa con las copas y desaparecían tras lo que parecía ser la entrada a un pasillo que, seguramente, llevaría a los cuartos que la taberna escondía. No le importaba tampoco saber el paradero de aquellos, no iría a indagar la zona. No por su propio pie.

Y entonces, se encontró con la escena más caliente de todas las hasta ahora observadas. Un niño que debía tener su edad se hizo con el cuerpo de una de las camareras para, a su antojo, acariciar lo que gustó de ella. Hubiera saltado en defensa de la dama, pero... Resignado, miró hacía uno de sus costados; Eiri. Su mayordomo se encontraba justo a su espalda, resguardándole de cualquier complicación que la noche pudiera llegar a sucumbir. No era de agrado propio el portar a su defensor personal, pero su progenitora le había dejado claro que no podía salir sin la compañía de aquel que tenía a su lado. Oh. Claro. Un noble siempre podía ser... ¿Secuestrado?. Dudaba que alguien pudiera llegar a coexistir más de dos horas junto a él.

Un escalofrío le recorrió vagamente la nuca cuando, tras el alejamiento de la camarera sus bochas observaron con mayor entretenimiento a quién no le había causado buena impresión. Su cuerpo era... – Delicioso... – Se le escapó en voz alta. No obstante, o bien su adorado mayordomo había pasado por alto el hecho o estaba demasiado entretenido viendo el busto de aquella que se aproximaba con copas para la mesa de al lado. No importaba. Él por su parte prosiguió indagando en las formas presentadas por la renuente ropa de aquel niño... Esas formas y la cremosidad de la piel ajena fue algo que le impactó. Pudiendo parecer un pervertido y/o un acosador, su mirada no se apartó del cuerpo que, cómo si nada, se daba a mostrar.

Arthur contaba con una entupida vestimenta de clara procedencia noble. Los pantalones le llegaban a la parte intermedia de la rodilla, sin embargo, la misma estaba cubierta por un alto calcetín. La camisa era de volantes, totalmente pulcra, más, esta estaba cubierta por un abrigo azul y de aspecto caro... Todo lo contrario a él. Exactamente, todo lo contrario.

Mientras el joven prostituto esperaba la pinta con paciencia dedicaba miradas insinuantes y llenas de lujuria a cada uno de los hombres y mujeres que había en aquel vulgar antro lleno de vicio y deseos carnales que seguramente se complacerían aquella misma noche en una habitación en la cual al amanecer olería a puro sexo y a orgasmo de dos personas distintas..o quizás tres, según los hábitos de la persona. No pasaron muchos minutos más hasta que la misma camarera de antes aun sonrojada por lo sucedido de antes le dejara la pinta sobre la mesa y le dedicara una de tímida sonrisa.-Aquí tiene...señorito.- esta vez su sonrisa la acompaño con un guiño y se fue a atender a otros clientes, el dueño de la taberna miraba muy mal al ''señorito'' que se sentaba en la esquina, quizá...de manera protectora, si, esa es la palabra...¿celoso?

Mientras bebía de su jarra siguió observando a cada uno de las personas de la taberna, mirándolas de pies a cabeza y relamiéndose con según que sujeto...era un poco difícil encontrar personas que fueran atractivas (como no fueran las camareras). No paso por alto que un muchacho no muy alto le estaba mirando sin disimulo alguno, como si no le importara que pensara la gente de él o que pensara el mismo prostituto. Nicolas no pudo resistirse a cruzar sus orbes grises con los ojos verdes esmeralda del señorito..era algo tan inesperado encontrarse a un niño en ese sitio como encontrar a un vampiro y aun licántropo compartiendo una feliz amistad.

Dio otro sorbo a la pinta con tranquilidad, sin apartar la mirada de aquel niño...le gustaban los niños y había tenido suerte de encontrar uno, no le apetecía nada pasar la noche con alguno de esos señores viejos, gordos y perezosos corriendo el riesgo de morir aplastado o asfixiado por uno de ellos, antes preferiría sacarse los ojos que ver otra vez el cuerpo de un hombre de tercera edad sobre él. Nunca podría ignorar el cuerpecillo débil de un niño, sin vello, sin marcas de violencia (en algunos casos si), seguramente virgen y de cada uno de sus poros oler a pura inocencia. Nicolas sonrío para si mismo después de dejar la pinta sobre la mesa y un par de monedas sobre la mesa, con la otra mano hacía un gesto a la camarera para que viniera a recoger el dinero y la jarra casi vacía.

Encontraba divertida la forma tan arreglada de vestir del menor, tan llamativa en un sitio así y tan interesante para el prostituto, eso significaba que era alguien de alto rango y poseía riquezas. Hasta ahora no se había dado cuenta que el pequeño estaba acompañado por otro hombre que Nicolas decidió pasar de él como quien pasa de un trozo de pan con musgo, se acercó al muchacho con pasos lentos e insinuantes casi comiéndoselo con la mirada, no podía evitar sentir debilidad hacía esos cuerpos no desarrollados aun y de piel tan sensible.-Es un poco peligroso que un niño entre en estos sitios...- le comentó una vez en frente de él.-Algunos pervertidos podrían abusar de ti...y no creo que ese mayordomo sea de utilidad alguna.- miró de reojo al mayordomo el cual casi babeaba cuando la camarera de pechos generosos pasó a su lado.-Tengo unas ''amigas'' de pechos más grandes que la camarera, podría traer a alguna y darsela.- decía risueño Nicolas y volviendo a fijar sus ojos grises en los hermosos ojos del ''principito''

Ciertamente, su mirada no se despegó del prostituto en ningún momento. Era curioso. ¿Cuántos años tendría? Diecisiete tirando muy para arriba. No era mucho mayor a él. Se lo decía su manera de moverse, de mirar. Por descontado, también la forma tan estrafalaria de vestir. Aunque... Quizás sus ropas tampoco fueran muy acordes con su edad. Pero su mayordomo le obligaba a vestirse así; Parentescos con la nobleza, decía. Sí. Siempre tenía que llevar consigo la insignia de su jerarquía, gustase o no de ella. No obstante, delante de aquellas gentes que vestían harapos se sentía fuera de lugar.

Cuando los pasos de ése chico de porte firme y seguro fue acortando las distancias miró de soslayo a quién le acompañaba, por suerte, seguía distraído. Eso le daría cierta intimidad. Una vez sus bochas oliváceas impactaron nuevamente con ése chico una sonrisa divertida cruzó su semblante con la seguridad que un niño debía carecer. Él no era un niño. Era Arthur. No obstante y pese a esos efímeros pensamientos, la mirada lujuriosa que esos ojos grisáceos impartían sobre su figura le estremeció. ¿Sería esa mirada siempre así de intensa?. Apretó las manos sobre sus juntas rodillas. No. no podía tentarse en descubrirlo.

La primera frase, empero, le hizo parpadear. ¿Había escuchado bien?. Poco a poco su nariz se fue arrugando, dejando por claro la disconformidad de lo mentado. – Tu no pareces mucho mayor. – Siseó, dando a conocer por primera voz su voz aterciopelada y dulce; Todo lo contrario de lo que podia tonarse si así lo deseaba. De todos modos, prosiguió inspeccionando con todo lujo de detalle la piel cetrina de su compañero. Era hermoso, realmente. Su piel parecía suave a la vista, no tenía ni una sola impureza ceñida a la misma, rodó vaga y disimuladamente sus bochas en la forma de los labios contrarios, pero con la audacia propia de un guerrero, la alzó antes de que el otro pudiera darse cuenta del gesto. – Oh... Creo que me he perdido. – Apoyó un codo sobre la mesa y seguidamente, su mentón fue postrado sobre la palma tendida de esa misma mano. Eso le permitió tener una muy mejor perspectiva de ése rostro, de esa mirada. De él. Y de paso, le ofreció también una mejor visión de su propio rostro, siempre fijo en el adyacente.

- ¿Estás ofreciéndome tus servicios de protección? – Obvió el comentario en referencia a ése cuya boca se encontraba tan abierta que rozaba el límite de lo irreal; Estaba tan ensimismado en su mundo que seguramente, si alguien hubiera atentado contra el noble, ni lo hubiese notado. Pero negó efímeramente con su mano libre, restando importancia al asunto de ése que, pese a lo distraído que se encontraba, no se apartó ni un ápice de su lado. Pese a que hacía ya horas que estaba en ése antro de mala muerte, su mesa estaba vacía de cualquier elemento bebible, y justo ahora estaba notando la ausencia de líquido. Al hablar lo notó. Carraspeó suavemente, tratando con ello de aclarar su siempre cristalina voz antes de proseguir; Si, necesitaba tomar algo. Pero para su desgracia lo único fluctuante en ése lugar era el alcohol y aunque se sintiese con la edad de beber, reconocía que el hacerlo jamás le sentaba bien.

- O buscas que alguien te pague una copa? – Enarcó suavemente su ceja derecha al unísono que en sus labios se bordaban en una maliciosa sonrisita. Quería darle a entender que conocía los métodos de esos chicos de compañía; Ceñirse a alguien que le pagase un par de copas y, con suerte, algo de comer. Sí. Con ése tipo de conocimientos se sentía... Mayor.

Arqueó una ceja al escucharle hablar con ese tono tan dulce de voz pero de forma tan descarada y tan seguro de si mismo.-Dieciséis- contesto cuando escucho su ''queja''. No apartó en ningún momento su mirada de él, sabía que le estaba inspeccionando intentando disimular.-Perrito perdido, no te ataron bien y saliste detrás de la primera cosa en movimiento que te encontraste.- decía esto medio ido, como si estuviera pensando en otras cosas en vez de en el presente. Agitó la cabeza para despejarse un poco y volvió a mirar al pequeño, eso sí, de vez en cuando sus ojos se desviaban hacía el mayordomo que parecía arden en deseos de abalanzarse encima la camarera como un león en celo.

Nicolas dio un respingo al sentir como una mano le daba una nalgada y se giró bruscamente y con cara de mal humor hacía el hombre que había echo eso. -La próxima vez que quieras tocarme, paga...y lávate las manos.- comentó de malas maneras, se volvió a girar mirando al menor y maldiciendo en susurro sin que nadie excepto el mismo pudieran oír sus palabras.

-No puedo protegerte si no puedo evitar que me toquen cuando estoy distraído...pervertidos.- eso último lo dijo entre risas, le resultaba irónico que él que trabajaba para complacer a esos mismos pervertidos se quejara de lo que le hacían. No paso por alto la voz que se le había puesto al otro de falta de liquido, tomó una de las sillas y se sentó a su lado poniéndose en la misma postura que él chico. Chasqueó la lengua al escuchar ese comentario...la mayoria de sus compañeros de trabajo buscaban a la gente para unas cuantas copas, comida y luego a la cama, pero, él no era así, no le gustaba actuar de ese modo y dar a entender a los otros que no tenía dinero para permitirse comida y bebida...-Será mejor que bebas algo antes de que tu deliciosa voz se dañe.-

Le dedico una de sus más provocadoras sonrisas al noble y le guiño un ojo, coqueto.-¿Me dirás tu nombre?..¿o te he de llamar niño?- quería ver las reacciones del otro ante sus comentarios, sospechaba que al ojiverde no le gustaba que le llamasen niño o alguno de sus sinónimos.

No supo el motivo, pero cuando escuchó el ligero azote de aquel hombre sobre una de las redondeadas nalgas del otro los dedos de su mano libre se crisparon sin consideración. Quizás y si Nicolas no hubiese sonreído, seguramente hubiese lanzado a su mayordomo contra ése hombre exponiendo que el acosado había sido él. ¿Qué mierda se creía que era ése hombre?. El peliplata estaba compartiendo mesa con él y con sus cosas exigía cierto respeto. Por más efímeras que fueran.

Sin embargo, toda mueca en su rostro se borró cuando observó el modo en el cual ése se sentaba a su lado, imitándole, sonriéndole. Era por demás curioso y, para colmo, era menor de edad; ¿Habría dado con la más codiciosa pieza?. Apostaría sus riquezas a que sí. Ése debía ser de los más... Solicitados. Aún y así la preocupación del mayor le hizo volver a hacer una muy pequeña mueca prepotente, altiva. Éra lo suficientemente inteligente cómo para saber que necesitaba beber. El problema sería encontrar algo sin alcohol. – Está bien. No tenso sed. – Mintió, hablando con parsimonia, calma, arrastrando incluso las palabras para que su amielada voz impactase a esos oídos que ahora quedaban relativamente más cerca.

- Arhur, por favor. – Puso los ojos en blanco por un leve periodo de tiempo. ¿"Niño"?. Por dios. Ni que se llevasen tantos años...!. Resopló a su vez antes de volver de su pequeño rictus y de nueva cuenta, sus ojos enfocaron los grisáceos de su compañero. Se sentía ligeramente ofendido, por lo que esta vez su sonrisa fue cambiada por un ligero fruncimiento de labios y cejas. - ¿Y tu eres..? -

Antes de que éste pudiera darle respuesta, alzó una de sus manos, concretamente la siniestra para llamar la atención de una de las camareras que pasó cerca de ambos, exactamente fue a la única que parecía estar correctamente cubierta por las ropas de trabajo, se les acercó incluso medio tímida y tartamudeo una especie de saludo seguido de la pregunta clave; Que deseaban. Pero en vez de pedir nada, su mirada se clavó en los luceros del otro, dándole a entender sin el uso del lenguaje verbal que, a esta ronda, invitaba él.

-Nicolas.-se presentó sin darle mucha importancia a su propio nombre, no se lo solían preguntar en ''negocios'' así que casi se había olvidado de la habitual pregunta entre personas...pero...él no era una persona, era un objeto como siempre le repetían en su ''casa'', un objeto caro que te podía hacer olvidar la misma soledad en tan solo unas horas.

Una camarera fuera de lo común en la taberna, con ropa adecuada, tímida y servicial se acercó a ellos dispuesta a traer lo que ellos pidieran.-¿Y esta amabilidad tan repentina?- como de costumbre se comió a la camarera con la mirada aunque esta no mostró algún signo de intimidación, vergüenza...simplemente mostraba seriedad y concentrada en su trabajo, sin permitirse descanso alguno o distraerse.-Agua muy fría.- le daba igual lo que pensara la gente de él por pedir una bebida tan común y tan ''saludable'' en vez de pedir una buena cerveza o otro tipo de alcohol, no podía permitirse beber más pues se emborrachaba con facilidad y no quería perder los papeles delante del ''pequeño''.

Sus orbes como si un imán les movieran se clavaron otra vez en Arthur, inspeccionando cada centímetro de su piel y mirando con especial interés los ojos del chico, esos cristales verdes que se habían fijado en el prostituto con interés y que parecían que le llamaban a gritos que se acercara.-Que sepas que solo por esta vez dejaré que invites tú.- no se iba a rebajar hasta el punto de tener que recurrir al ''niño'' para poder saciar su garganta.

Resopló mirando hacía el hombre que se ocupaba de la barra, se encontraba echando a dos individuos violentos y borrachos que estaban iniciando una pelea y molestando a la clientela. Nicolas no pudo reprimir una risa, esos hombres parecían estar peleándose por un hueso como perros o lobos peleándose por la hembra, el razonamiento humano desaparece cuando el alcohol nubla los sentidos que en según que personas carecen aun no estando contaminadas por drogas y alcohol.

-Dime Arthur...¿te intereso?- según lo que el ojiverde respondiera el prostituto seguiría con su cuestionario o lo detendría.

- No es amabilidad, es cortesía. Puedes rechazarla si quieres... Nicolas. – Mentó su nombre con un muy dulcificado tono, diferenciándose claramente con el tono empleado al hablar. Se removió ligeramente en su asiento al ver cómo el chico miraba de ése modo tan deseado a la chica que se les había aproximado y por un momento pensó en la posibilidad que éste fuera hetero. No. Y si lo era, quizás podía...

Cuando el otro hizo la demanda, levantó la mano para llamar la atención de la entupida chica que proseguía frente a ambos y cuando ésta miró en su dirección hizo el signo de la victoria; Aunque lo que realmente quería decir era que deseaba dos de lo dicho. – Dos. Dos aguas. – No sabía que allí podían tener algo que no contuviera alcohol. No podía beber, su estado al hacerlo pasaba de la seriedad común en él a la estupidez extrema. Y no se permitiría tales fallos delante de un recién (e interesante) conocido. – Oh... ¿Eso quiere decir que... – Bajó con parsimonia la mano que hubo alzado para llamar la atención de la fémina que ahora se iba por dónde había venido y la postró con suavidad sobre la mesa. Cerca. Muy cerca del otro. - ...habrán más veces? – No pudo remediar el que sus ojos mostrasen, no sólo cierta fascinación si no la alegría de sospesar en la posibilidad de... En fin. De compartir una charla amena con el albino.

La pelea no obstante despertó cierto interés y cuando se volvió... Su boca se abrió con sorpresa. No eran borrachos, ni lobos, ni perros... ¡Era el estupido de su mayordomo!. Hizo un medio intento por ponerse en pie cuando vio cómo el dueño del local empujaba al mismo hacía la salida mientras, éste, repartía todo un serial de insultos mientras apuntaba a una de las camareras de grandes pechos, empero, antes de ponerse siquiera en pie notó un soberano empujó por parte de otro ente que corría hacía la disputa y con un quejido de dolor, volvió a aposentarse correctamente sobre el inmueble; Seguramente su estimado acompañante le esperaría a la salida. Eso si... No lo arrestaban por alborotador.

¿Debía partir e ir hacía él?. Juró hacerlo, juró volver a intentar ir hacía él... Pero la pregunta de aquel chico le congeló en gran medida. Algo contradictorio, ciertamente. Pues su cuerpo se sintió tan tensó y helado que se impidió moverse a si mismo, empero, su rostro se tornó de un carmín denotable mientras fruncía tanto los labios cómo las cejas en una mueca de prepotencia más bien infantil. – ¿Q-que...? No soy gay... -

Reía otra vez al ver la expresión de su compañero y como su tez se teñía de un gracioso color rojo que le hacía adorable.-Muchos hombres que tienen hogar, esposas e hijos pagan mis servicios por la simple curiosidad de probar cosas nuevas.- se encogió de hombros y ladeo la cabeza mirando a Arthur con curiosidad.

Su mano diestra sin meñique jugueteaba con sus mismos hilos níveos entretenido con la situación-Tendrás arrugas dentro de unos años como sigas con esa cara.- su dedo indice de la mano izquierda señalaba las cejas y después los ''morritos'' del noble. Bajó ambas manos apoyándolas sobre la mesa y miró de reojo a la ventana más cercana, el mayordomo que antes acompañaba al chico le seguía vigilando con toda la cara enrojecida por lo ocurrido de antes y fulminaba con la mirada al prostituto...aunque el hombre no pudo ''disfrutar'' mucho más del espectáculo pues el tabernero cerró la ventana dándole en todas las narices.-Te quedaste sin mayordomo...por lo menos durante unas horas.-comentó risueño al imaginar como se le habría quedado la nariz al pobre mayordomo.-Seré yo tu ''mayordomo'' durante toda tu estancia en la taberna, Arthur.- se autonombró sin consentimiento del ojiverde.

La misma camarera tímida volvió a la mesa dejando sobre dicho mueble ambos vasos de cristal sorprendentemente limpios con un liquido transparente en su interior. Se fue tras agachar un poco la cabeza a servir a otros clientes. Nicolas tomó su vaso con su mano zurda y con delicadeza mirando su interior como si fuera algo extraño y fuera de lo normal.-¿Que tal un brindis?- ofreció levantando su vaso hacía Arthur con una sonrisa dibujada en su blanquecino rostro.-Por tu mayordomo.- casi se tenía que morder los labios para no reírse del mayordomo.

Curiosidad. Esa era la palabra clave allí. Él tenía curiosidad por ... Ése tipo de relaciones. No. Para ser sincero, tenía curiosidad por ése tipo en concreto. Por el del albino. Para su suerte, no obstante, el color de sus pómulos volvió a la normalidad tras la tajante afirmación por parte de éste. En cierto modo, sintió como Nicolas protegía en cierto modo su vergüenza interna, algo que agradeció mentalmente.

Y se fijó. O más bien, no se fijó... Por que no había dedo en el cual fijarse. Uno, dos, tres, cuatro... ¿Y el quinto?. Su olivácea mirada se quedó observando el extraño muñón que la falta de dedo había dejado en esa palma. Obvió el comentario en referencia a su ceño. Arrugas o no seguiría siendo rico, importante, poderoso y valioso. Alzó con mucho cuidado sus bochas para volver a enfrentarlas a las de tonalidades más claras, en un principio, medio disculpándose por haber mirado la zona en cuestión con ése total descaro. Pero antes de poder preguntarle nada en referencia (y de hecho, ya tenía incluso la frase que debía soltar con cierto cuidado), un estallido le hizo sobresaltarse; Su mayordomo había quedado KO. Fantástico. Únicamente resguardaba la posibilidad que éste se recuperase antes de partir.

- ¿Tu? – Si no hubiera sido que su educación se lo estaba impidiendo, hubiera estallado sin más en sonoras carcajadas. Sin embargo, su gesto prosiguió siendo tan imparcial cómo intentaba dar a mostrar. Él era un noble, debía... Debía ser visto siempre con respeto. Y el reír era signo de debilidad. Al menos, eso le mentaba su mayordomo cada vez que tenía la oportunidad. – Puedo contra borrachos. – Enarcó con cierto cuidado los hombros, no moviéndose demasiado al hacerlo para que las ropas no se arrugasen ante tal gesto.

Cuando éste propuso el brindis sus dedos se contornearon entorno al vaso y lo alzó con cuidado, ofreciéndoselo al cristal de la otra copa en cuestión. – Por mi magnifico mayordomo. – Esbozó una sonrisita más bien cínica, jovial y casi, incluso, imparcial. Pobre. Seguro que el pobre estaría esperando por su regreso hasta que el sol naciera, pues, por ahora, no tenía ni ganas ni deseos de desaparecer de aquellos curiosos ojos.

Y cómo si nada, tras el frágil chasquido cristalino de las copas tras el suave brindis, empinó el vaso hacía sus labios para dar un profundo trago a esa agua con un aroma extraño, de golpe, de una. Tenía sed. Mucha.

Cuando sus vasos chocaron el prostituto le guiño un ojo al principito y dio un sorbo al agua con tranquilidad y sin prisa, él no tenía tanta sed como el otro.-No, no tenías sed.- comentó irónicamente después de haber dejado su vaso sobre la mesa.

Estaba empezando a tener calor allí dentro, tanta muchedumbre,tanto olor a alcohol y a tabaco le mareaba un poco, los primeros días había estado hasta a punto de desmayarse de no estar acostumbrado a estar rodeado de tanta gente pero ya no tenía el mismo efecto sobre él, después de tantos meses trabajando en ese lugar uno se llegaba a acostumbrar.-¿Que desea el señorito Arthur?- una vez más se destornillaba de risa por sus propias palabras.

En ese antro había más gente como él claro, Nicolas no podía complacer a todos los que quisieran una noche de pasión y fuego ardiente, se podía distinguir a mucha más gente tanto chicas como chicos vestidos más o menos como él de esa forma tan sensual y salvaje. El albino conocía a la gran mayoría pero ni los saludaba y ellos a él tampoco como si nunca se hubieran visto.-Si prefieres de compañía una chica sexy y buena en la cama allá hay un par de amigas mías que trabajan en lo mismo que yo.- señaló otra de las esquinas de la taberna donde se encontraban dos prostitutas manoseándose en publico para atraer clientela.

-Ojala me cambien de sitio o de taberna para trabajar...aquí hay mucho ruido y poca intimidad aunque eso último me da igual.- se miraba las uñas de su mano izquierda distraído.

Observó hacía el lugar señalado por el otro, parpadeando reiteradas veces para intentar cerciorarse de aquello era realmente lo que había y no una muy retorcida distorsión de la realidad; Chicas de cuerpos que quitaban la respiración tocándose con el mayor de los descaros frente a unos babeantes alcohólicos. Realmente, la dignidad de algunas se veía arrasada por aquello, ¿No se daban cuenta?. Ante la visión, sus dedos se apretaron suavemente en el vaso que seguía sujetando hasta el punto que los mismos se tornaron de un color blanquecino por la falta de riego sanguíneo en la zona.

- No. – Habló automáticamente, casi impulsado por un motivo que ni él mismo entendía. No quería una mujer. Sería la risa estridente de estas, la mirada bobalicona de algunas... Volvió la cabeza hacía él con la mayor de las prisas, cómo si rogase por su aún cercana presencia. No quería seguir allí. No cuando tal espectáculo se estaba dando a su espalda y es que... En una de las más recónditas esquinas uno de los hombres de prominente barriga estaba montándoselo a gusto con una de aquellas féminas. De manera discreta, si. Pero lo vio, vio cómo la chica bajaba una prenda del hombre y...

Carraspeó e intentó amedrentar su tono seco a la tajante negación impartida mientras colocaba el vaso sobre su lugar aliente en la mesa. - ... No quiero tener sexo.- Por que nunca he tenido. Se censuró gran parte de la información para si mismo, tampoco era menester que el otro lo conociera, no era necesario.

Se puso en pie tras arrojar un buen puñado de monedas sobre la mesa que se interponía entre ambos, agarró después con la mayor de las confianzas la ancha manga de la camisa del albino (la misma cuya mano estaba siendo observada por el dueño de ésta) y rebuscó el modo de dar con su muñeca bajo tal cantidad de tela. ¿Es que no se compraba ropa?. – Vamonos. – Sonó tan urgido cómo autoritario. Pero él lo había dicho. ¿No?. Sería su efímero mayordomo. Su tono de piel había adquirido nuevamente ése tono enfermo. Dios. No debería haber mirado aquello

Nicolas estaba acostumbrado a esas escenas picantes, para él eran diarias pero parecía que para el joven noble no lo eran, parecía que más bien le repugnaban. Sorprendido por la actitud del joven se dejó hacer con una sonrisa de oreja a oreja.- A donde usted desee...¿me va a llevar a una habitación y me va a violar?- eso último lo dijo con cierto tono femenino para darle algo más de drama a la situación.-Un malvado noble me viola.- acerco sus labios a la oreja del ojiverde y se la lamió, picarón.

Ahora la gente no le estaba prestando mucha atención al tener todo un espectáculo de dos mujeres lujuriosas y sensuales a unos pocos metros de ellos y gratis, algunas veces el mismo Nicolas había dado espectáculos de ese tipo e incluso en sitios más públicos que ese.-¿Donde me lleva señorito Arthur?- preguntó con falso miedo.

El prostituto estaba sudando tanto de calor y porque estaba excitado...escenas así le calentaban y tampoco le importaba mucho que su ''amiguito'' estuviera ''despierto'' a la mayoría de personas les excitaba más ver ese bulto en sus pantalones y el deseo aumentaba.-Esta mal irse sin pagar las bebidas.- le recordó señalando los vasos sobre el mueble.

Fulminó con la mirada a quién pretendía hacerse pasar por una damisela en apuros, volviendo a, para no perder costumbre, fruncir radicalmente los labios. Antes siquiera de poder decir nada a viva voz, notó la suave lamida de aquella viperina lengua sobre una de las zonas más sensibles de su anatomía y un pequeño gemido nació de manera improvista. Por suerte, el bullicio allí creado le permitió pasar inadvertido, al menos, por esta vez.

Cuando el aire volvió a marchas forzadas a sus pulmones, respondió con voz queda; -No lo sé. – Oh, siquiera conocía el lugar. Sólo quería salir de allí. Y salir ya. Sin embargo y tras tantear algo más por el largo de ese alargado y fino brazo dio con una de las sudorosas manos del joven, cuando palpó la humedad que éste irradiaba se le quedó mirando con una ceja alzada y...

Lo comprendió. Su tez volvió a tintarse del color del vino al hacer el bulto que entre sus piernas se había creado y comprendió que allí se resguardaba cierta parte de la anatomía del albino que parecía alegrarse de la astucia de esas chicas a la hora de hacer sus quehaceres sexuales. – E-es... – Se mordió el labio inferior y sus dedos titubearon, pero lograron afianzarse a la palma del otro casi en un apretón amistoso. - ... Están pagadas! – Señaló la mesa con un mero movimiento de cabeza, indicándole las monedas que habían desparramadas sobre la misma. Allí había más de lo estimado por dos meros vasos de agua, pero daba igual.

Tironeó de la delgada anatomía de su mayordomo en funciones e intentó no volver a cruzar miradas con ésa zona abultada que el otro parecía lucir con incluso soberbia mientras caminaba sin rumbo fijo entre la masa de cuerpos allí congregados, sufriendo de vez en cuando algún que otro severo empujón que le hacía retroceder.

Y otra vez reía por la expresión del rubio que seguramente había notado eso que estaba despertando entre las piernas del prostituto.-No hace falta que te pongas nervioso por esto...no te voy a hacer nada si no me pagas, y aparte, tu no eras gay ¿no?- sus labios formaron una sonrisa gatuna que pronto desapareció al sentir el empujón de un hombre más corpulento que el.-¡Tú! ¡Ten cuidado por donde caminas imbécil!- exclamó malhumorado al sujeto que parecía pasar de él. Una vez que estuvieron a cierta distancia de él Nicolas se sacó una de sus modestas sandalias y se la arrojó al hombre de antes, dándole en toda la cabeza y dejandole una fea marca roja.

-Ahora...¡Huyamos!- esta vez fue el quien tiro de la mano del menor entre risas, escondiéndose entre la muchedumbre. El hombre maldecía a los cuatro vientos y buscaba al prostituto albino...el cual para su ''suerte'' era fácil de encontrar por sus atrevidas ropas, piel y pelo albinos.-Me encanta ver a las personas buscándome con tanto esmero.- tomo al ''pequeño'' en brazos y dio gracias a cualquier cosa divina que estuviera sobre sus cabezas por el echo de que el noble fuera pequeño y pesara poco, facilitándole movimiento. Saltó sobre una mesa y siguió saltando sobre las siguientes, tirando todos los vasos y jarras de cristal al suelo sin importarle mucho el destrozo...así tenía una excusa para no volver allí.

Ya no era solo una persona quien le perseguía, había cometido el error de ''patear'' unas cuantas cabezas calvas que le seguían armados de sus botellas de vodka y whisky.-Están tan cegados por el alcohol que no duraran mucho...je.-le murmuraba a Arthur subiendo por las escaleras hacía los pisos superiores, se escuchaban maldiciones, insultos, cuerpos caer y arrollar a otros...para los borrachos les costará muchísimo subir unas simples escaleras con mucha gente detrás o delante.

El ojigris no dudó mucho más y entro en la primera habitación que encontró libre, cerró la puerta con pestillo y dejó a Arthur en el suelo para poder ocuparse de un pequeño armario vacío el cual puso delante de la puerta para que no la echaran abajo. Nicolas se tumbó en la cama de matrimonio que había no muy limpia y empezó a reír con fuerza, casi se le saltaban las lagrimas de la risa.

Se dispuso a correr junto a él cuando éste así se lo propuso, al menos, fue su idea inicial. El albino se encargó de impedírselo. Todo fue relativamente confuso. Una oleada de personajes se abalanzó sobre la delgada forma de Nicolas, pero antes siquiera de poder decirle algo se vio cargado por unos brazos que si antes los había considerado delgados y carentes de fuerza fueron lo suficiente firmes cómo para, no sólo sujetarle, si no que saltar y moverse cómo si la carga de su peso no fuera nada. El susurro le llegó entre tal oleada de insultos en referencia a los progenitores del mayor que siquiera atinó a entenderle por completo así que se limitó a asentir cómo si le hubiera entendido. ¿Tanto hacía el alcohol a unos cuerpos de semejante envergadura?. No comprendió nada. Simplemente rodeó de manera casi sumisa el delgado cuello de quién en brazos le sostenía y se apretó a él.

Cuando la planta de sus pies dieron contra el suelo miró aturdido a su alrededor; Bien. Era una habitación, nada de sitios raros. Aspiró con fuerza cómo el aire del ambiente y cierto olor a vaselina llegó a su nariz, haciéndole arrugar el entrecejo. No quería ni pensar en lo que en ése lugar se realizaba en horas de trabajo.

El sonido del mueble arrastrarse sobre el suelo le hizo reaccionar, pero de nuevo, antes de poder reaccionar el otro ya estaba sobre la cama, riéndose a pleno pulmón de la situación, quizás de aquellas personas. Eso era algo que no sabía. Se aproximó lentamente hacía él con una pequeña mueca de prepotencia. Sus manos se habían postrado a los lados de su propia cadera, fina y cincelada. No sabía si sentía agradecido de haber sido salvado de la masa o enfadado por haber sido participe de un ataque de violencia por parte de ése chico.

Chistó la lengua con levedad, haciéndole entender al otro que deseaba aunque fuera un poco de su atención y sin dejar de tener los brazos en jarra, le miró con ciertos aires señorales; Grandes. Realmente, de noble. - ¡Yo no quería venir aquí! ¡Y ahora.. no puedo salir! - Dejó su posición para señalar con una mano aquella puerta cuya masa de hombres golpeaba con tanta fuerza que la habitación se llenaba de gritos procedentes de aquellos que, hambrientos de sangre, venían a por él. Se quedó en pie a los pies de la cama, observándo en todo momento aquella extraña figura que pareciéndo tan enfermiza, le había cargado cómo si no pesase nada.

Su risa se apagó cuando escuchó al otro quejarse, alzó una ceja y se incorporó un poco para poder mirar mejor al menor.-No te servirá de nada el ''no quería'' pues ya estas aquí y el ''no puedo'' es mentira, si que puedes salir de aquí con un poco de ingenio ¿estas tan acostumbrado a que te hagan todo que no sabes recurrir otros métodos?-de un ágil salto se levantó de la cama y se dirigió a la puerta sonriendo de forma burlesca.

-¡Estoy aquí! ¡Derribad la puerta si podéis! ¡Demostrad que no estáis castrados por vuestras propias esposas!- gritaba haciéndolos rabiar más y provocando que los golpes se multiplicaran.

Como si no hubiera pasado nada se volvió a sentar en la cama y miró sonriente a Arthur.-¿Me va a pegar el señorito Arthur por haberte ''secuestrado?- le sacó la lengua divertido, como si fuera un niño pequeño que acabara de hacer una travesura.-De vez en cuando es divertido saltarse el protocolo y hacer estas cosas...así la vida no es aburrida.- resopló y se volvió a tumbar con pereza sobre el viejo y usado colchón.

La habitación no tenía muchos muebles y las paredes estaban sucias, y en el techo había goteras que parecían amenazar con inundar la habitación.-Si estas incomodo o algo puedes saltar por la ventana haber si caes sobre tu mayordomo.- estiró los brazos y las piernas y dio un corto bostezo de aburrimiento, los gritos le aburrían sí... y solo tenía un entretenimiento en ese cuarto.

Su mirada se volvió a fijar en él con curiosidad y se volvió a incorporar.-¿Alguna vez tuviste pareja?- preguntó con toda naturalidad.

¡Claro! ¡Su mayordomo! Cuando el otro le dio la idea se dirigió directamente hacía la ventana, pero estaba demasiado oscuro y no veía ni al mayordomo ni el suelo. ¿Estarían a mucha distancia? ¿Podría saltar?. Comenzó por abrir la misma y poner un pie fuera... Nada. Nada dónde apoyarse. Resopló tenuemente. ¿Debería entonces efectuar un salto limpio?. El miedo le invadió y poco a poco, cómo si realmente no estuviera sintiendo ése pavor en ese instante, se retiró de dónde había intentado trepar. Bien. Por la ventana no.

Volvió a fulminarle con la mirada. Sus gestos le recordaron un tanto a los gatos que tanto odiaba, sin embargo, el hecho de ver cómo se estiraba de ése modo le produjo cierta envidia. Él no podía comportarse de ése modo aunque quisiera. Siempre debía seguir el maldito protocolo de comportamiento.

Chasqueó la lengua y bordeó la cama con lentos pasos, cómo si temiese que de debajo de esta pudiera aparecer un monstruo que pudiese devorarle de manera inminente. Cómo si el miedo sentido en el alfeizar de la ventana siguiera latente en él, de hecho, las piernas aún le temblaban aún. - ¿Pareja? – Nuevamente, cruzó su mirada con de ése curioso personaje, y aún y dentro de su enfado con éste, negó. – No. ¿Y tu? – Sus pasos le dieron con lo perseguido desde el principio; El mueble empotrado contra la puerta.

¿Tendría que utilizar los puños con esos seres que aporreaban la misma?. Se mordió delicadamente el labio inferior y se apoyó sobre ése armario, aún con la mirada fija en ése que proseguía sobre el mueble de las manchadas sabanas. – Podrías coger una enfermedad. – Habló sin pensar, pues... el olor al cuarto era cómo... Cómo a una extraña mezcla de esencias que no le gustaba en lo más mínimo.

Su sonrisa no desaparecía en todo momento y miraba a Arthur como si le vigilara y dispuesto a detenerle en según que cosas hiciera...como tirarse por la ventana por ejemplo, lo había dicho completamente en broma sin intención de que el otro se tomara sus palabras en serio.

-Tranquilízate, no muerdo, puedes acercarte a mí.- se relamió los labios sin quitarle un ojo de encima, estaba jugando a ver si el principito caería en sus redes o se seguiría negando a las invitaciones que el prostituto le hacía con gestos -No, nunca he tenido pareja y no estoy en condiciones de tener...por lo menos no puedo hasta que pague mi deuda.- esto último lo dijo en un murmuro y más para si mismo que para Arthur, no le gustaba que otra gente se enterara de que estaba obligado a hacer ese trabajo por culpa de su bastardo padre. Entrecerró los ojos desviando la mirada hacía la puerta, mirándola ''desafiante'' y de mal humor, sabía que en algún momento los del otro lado tendrían que cansarse de aporrear la puerta y gritar pero no parecía acabar nunca.

-No hay prisa, con...paciencia la batalla se gana, aunque a mi se me este empezando a acabar.- se mordió la lengua y contuvo las ganas de salir de allí y repartir puñetazos gratis a hombres sedientos de venganza. La habitación parecía temblar por los golpes de los otros, hasta parecía que el techo se fuera a derrumbar en cualquier momento inesperado.-Quizá tu otro mayordomo esta allí detrás de esa puerta golpeándola como los otros, pensando que te he secuestrado.-

La pequeñas velas que iluminaban la habitación eran débiles y amenazaban con apagarse en cualquier soplo o con cualquier movimiento, si eso ocurría se quedarían a oscuras...pues hoy era luna nueva y las estrellas no eran visibles por culpa de las negras nubes de la noche.-Espero que podamos salir por lo menos esta noche...y no tengamos que esperar hasta mañana...- suspiró volviéndose a tumbar y quitándose la camiseta rota que ocultaba pocos centímetros de su piel, dejando completamente su torso desnudo.-Lo siento si te molesta pero hace calor...- por lo menos para él si, continuaba excitado y acalorado, aunque no tan exagerado como antes.

Se quedó mirando el modo en el que la lengua ajena repasaba sus labios y los llenaba de una sutil capa transparente de saliva. Algo se removió en su interior, produciéndole algo similar al vértigo que había sentido al intentar dar con un punto de apoyo en la ventana, pero este fue más... Placentero. - ¿Deuda? – Preguntó directo, claro. Lo había escuchado por más que el otro hubiese murmurado, sus ojos antes tan fríos se llenaron de una extraña y complicada comprensión. ¿Era por obligación, entonces?. ¿No quería ésa vida?. La mirada llena de júbilo y perversión, sin duda, le hacía ver cómo un prostituto orgulloso. Entonces... ¿No era así?

- Ah... – Se retiró tambaleante de la puerta sujetándose parte del codo derecho con la mano contraria. Mierda. Miró por encima de su propio el lugar dónde seguían golpeando. ¿Tanta rabia podía llegar a ser la procesada?. El esmero de esa gente al aporrear la puerta había logrado que el mueble se moviera hasta golpearle el lugar que ahora se sujetaba. Intolerable. Ahora quién tenía ganas de impartir patadas era él. Sopló no obstante antes de volver a atender al otro.

- Scaret estará... - ¿Dónde?. No importaba, negó suavemente con la cabeza, desmoronándose con el gesto aquellos hilos dorados que tenía cómo cabello. Más. Pese al dolor, la incertidumbre y el cierto temor interno a que el mueble terminase por ser retirado, se quedó a cierta distancia del albino, por supuesto, sin tocar la cama que podía llegar a producirle arcadas sólo con olerla. Pero no dijo nada, lo suyo no era el dialecto. Y ahora que tenía a la vista ésa figura... Dudaba siquiera el recordar saber pronunciar su propio nombre.

Esta vez quién tenía calor era él. Enervó su diestra con cuidado tras soltarse la herida y procedió a tirarse del cuello de la camisa para que entrase algo de aire dentro de su entupida y pulcra ropa. - ... Debemos salir hoy. - Susurró con voz suave y melodiosa, cómo se estuviera intentando convencer de aquello. Sí. Deberían salir esa misma noche si no quería... Intentar cosas.

-Seguro que se cansaran o se quedaran dormidos...eso espero.- cerró los ojos como si estuviera durmiendo pero tras un par de segundos los volvió a abrir y se incorporó poniéndose de rodillas sobre la cama, ignoró la pregunta sobre la deuda de su padre y decidió levantarse del mancillado lecho para ponerse justo en frente del pequeño y pasandole una mano por la zona dañada.-¿Estas bien? ¿te dañaste en algún otro lugar? ..brutos.- maldijo mirando a la puerta con rabia.-No saben perder.-

Tomó el brazo del chico y se sentó encima la cama para sentarle sobre el, así el noble no se mancharía y estarías más o menos cómodo...lo único que podría molestarle sería el bulto del prostituto que aun no había desaparecido.-Pesas poquito.- comentó en un susurro en su oreja derecha apartándole los mechones rubios que cubrían dicha oreja para soplarle con suavidad. Sonrió y empezó a mordisquear la zona como si de un aperitivo se tratara. Los golpes cada vez se hacían más débiles, seguro que muchos se habían cansado o se habían rendido de dar golpes a una estúpida puerta que no tenía intenciones de abrirse, aún quedaban los más instantes y menos ebrios golpeando la puerta con toda su fuerza, aunque todo era en vano pues más de la mitad se habían marchado.

Sus manos descaradas subieron con peligro hacía el cuello del menor ''ayudandole'' a aflojar el cuello de la camisa y a intentar retirar otras prendas de las nobles vestimentas del ojiverde.-Lo siento si te molesta pero...deseo hacer esto.- decía con voz entrecortada e imitando gemidos justo al lado de la misma oreja de antes con cierta sensualidad.

-¿Puedo...puedo continuar?- preguntó escondiendo su rostro en los rubios cabellos de este. Ardía en deseos de pervertir y manosear aquel cuerpo lejano de impurezas y limpio de cualquier pecado carnal.

La mano del albino sobre su cuerpo le arrancó un gemido de dolor, pero no se atrevió a moverse, no hasta que el otro le obligó a caminar hacía la cama. Eso hizo que en su rostro se dibujase una clara mueca de asco, no obstante, el estar sentado sobre sus piernas le ayudaba a mantenerse lejos de aquella cama totalmente llena de las impurezas del otro aunque... – Ahí... Ahí está tu... – Obviamente, se refería a lo que cobijaba de manera ya erecta entre sus piernas, podía notarlo a la perfección. Intentó morderse el labio inferior para aplacar lo que vendría a ser su primer gemido. El oído era su punto más débil y eso lo estaba cubriendo de manera forzada justo ahora. Su cuerpo dio una profunda sacudida cuando notó el recorrido de la boca ajena sobre esa zona. – P-peso lo normal... – Se defendió cómo pudo, aunque su mente estaba siendo transportada a un lugar lejano.

- No tengo dinero aquí... – Y es que las monedas las había dejado por encima de la mesa, quién solía portar sus vienes era su mayordomo, y no él... Lo había dicho, ¿No? No lo hacía si no era por dinero. Suspiró suavemente, excitándose cada vez que ése aliento impactaba contra su rostro, estaba subiéndole, incluso, una extraña corriente placentera por su bajo vientre y le erizaba el vello que cubría su nuca; Pues aún su cuerpo estaba privado de cualquier vello de adulto.

Pudiera ser que los gemidos que el otro estaba susurrándole fueran fingidos, pero le despertaron los bajos instintos e inevitablemente se retorció sobre el cuerpo contrario, frotándose de manera descara con la parte despierta de la anatomía adyacente, no obstante, fue ávido y audaz en sus movimientos y aunque le producían ciertas arcadas, apoyó las rodillas a los costados de la cadera ajena y las hundió contra el colchón de estructura más bien dudosa para tener un fiel punto de apoyo, enervándose así torpemente para romper el contacto que ambas cinturas habían creado, aunque, curiosamente, mientras el otro inspeccionaba entre su cabello, él se escondió contra su cuello.

- N-no... E-espera que yo no... – Una de sus manos, concretamente la zurda, se ciñó sobre el torso desnudo de quién estaba bajo su cuerpo y rasguñó con cierta fuerza esa dermis de aspecto delicado.

Cerró los ojos con fuerza al notar como las uñas de su amo arañaban su pálida piel haciendo que unas finas lineas rojas aparecieran como marca, si el prostituto había encontrado el punto débil de el muchacho hay estaba su propio punto débil, tuvo que hacer esfuerzos casi sobrehumanos para evitar gemir y quedar en evidencia.

-S-si..quieres que pare, n-no hagas eso.- murmuraba con voz entrecortada por los gemidos que intentaba contener.-Ya me pagaras luego cuando encontremos a tu mayordomo.-le comentó separándose para poder mirarle a sus orbes verde oliva que tanto le gustaban.-¿Tienes miedo?- preguntó sonriendole con cierta picardía, como si estuviera retándole. Su mirada era tan intensa como siempre y a pesar de ese color tan frío y muerto que tenían sus ojos ardían de pura lujuria.

Vale que ese no fuera el mejor sitio para tener cualquier tipo de relación pero era el único que Nicolas se podía permitir en estas circunstancias, con la puerta atrancada y detrás de dicha puerta unos cuantos sujetos que querían matarlo.-Iré a tu ritmo si es lo que deseas Arthur.- le mordió la punta de la nariz con suavidad y sus manos le abrazaron como si intentaran tranquilizarle y no se asustara de él, como si fuese un animal asustadizo.-Es tu primera vez...¿verdad?- le cubrió el rostro de besos dulces y tiernos mientras las manos que antes estaban en la espalda empezaban a despojarle de sus vestimentas superiores de noble.

Los golpes de la puerta cesaban cada vez más...hasta que ya no se escuchaba nada, tan solo las respiraciones de ambos chicos y las húmedas gotas que caían del techo y morían en el suelo. Aunque ahora esas gotas eran acompañadas por las que lloraba el cielo con tranquilidad...pero cada segundo que pasaba la fuerza de la lluvia aumentaba y golpeaba los cristales con furia.

No supo del cierto a que se refería, no sabía que era lo que tenía que parar; Si sus sonidos, si su respiración entrecortada o los arañazos; De todos modos, sus dedos ligeramente menos pálidos que la piel de aquel chico prosiguieron con las uñas ceñidas contra su piel, cómo si en cierto y retorcido sentido no pudiera interponer la distancia entre ambos. Su voz entrecortada sólo le llenó de un ligero cosquilleo que alimentó el deseo de explorar, pero en vez de ser dulce... Algo que indicó que justamente ése tipo de caricias eran las deseadas por su compañero, por lo que su mano ascendió por el largo de su pecho volviendo a trazar rojizas líneas a su paso.

- C-claro que no tengo miedo...! – Cuando su mirada impactó con la del otro su cuerpo se paralizó ligeramente, sus músculos se entumecieron; ¿Era posible que una mirada pudiese mostrar ése deseo?. Lujuria, candor, deseo. ¿Desesperación?. Podía jurar que esos eran los ojos más expresivos con los que hasta ahora se había encontrado, hablaban por si solos.

- A mi ritmo... – Repitió, dejando de ejercer fuerza con las rodillas para nuevamente hacer que sus posaderas terminasen por aposentarse sobre los muslos de quién seguía sujetándole cómo si fuera una valiosa pieza de museo. – N-no... Yo ya... Lo he hecho... - ¿Decir que era inexperto en algo? Ni hablar. Aunque los temblores de su cuerpo delataban lo evidente, por claro estaba que no revelaría su verdad. al menos, no por ahora. Mientras el otro tiraba de sus ropas, él se bastó con mover levemente los brazos para ayudarle en su tarea. La chaqueta pronto calló, y a esta le siguió el desacomodamiento de su propia camisa. Pero justo cuando recobró consciencia de los movimientos de sus manos, sus dedos volvieron a dar con el lastimado torso ajeno.

Y se encaró a él. Aún por un par de centímetros por encima de su cuerpo dada la posición, se encaró plenamente al rostro de aquel con rasgos finos y respiró, no, más bien; Jadeó con los labios entreabiertos contra los que tenía a su alcance. No emitió ningún roce ni se atrevió a aproximarse aún más. Sencillamente respiró del aliento otorgado, cómo si de ése modo pudiera lograr el valor necesario para afrontarse a lo que vendría. Lluvia. Su mano arañó con mayor fervor esa dermis, dejando nuevas marcas de un camino rojizo y titubeante... El sonido de las gotas impactar contra el suelo le estremecían, cómo si el frío estuviera comenzando a impactar en ése cuerpo que estaba comenzando a estremecerse por un repentino e inexplicable frío.

¿En serio no era la primera vez del noble? su cuerpo parecía decir lo contrario aunque puede que le tuviera miedo o que estuviera nervioso por tener ese tipo de cercanía con un ''desconocido'', Nicolas estaba acostumbrado a ''relacionarse'' con desconocidos pero no todos eran como él de liberales en estas situaciones.-Pues pareces tener miedo...- volvió a notar las uñas del principito en su sensible y blanquecina piel, ahora sí, arrancándole gemidos de su experta boca.

Poco le importaban las gotas que caían fuera de ese cuarto pues ahora estaba completamente concentrado en Arthur ¿que mas daba el frío que pudiera hacer a fuera mientras estuvieran ambos dándose calor? La lluvia amenazaba con abrir la ventana de par en par pero Nicolas no hico mucho caso a eso. Ahora sus manos se acababan de ocupar de la pulcra camiseta del chico con delicadeza y con ayuda de este, ahora ya estaban ambas partes iguales, desnudos por la parte de arriba.-¿Lo ves? ..tienes el cuerpo de un niño.- decía recorriendo la piel al descubierto con sus grises ojos, como si le devorara. Era otra de sus debilidades, el cuerpo de un niño y el tacto de la suave piel, era delicioso como el más exquisito de los manjares. No tardó mucho en poner su pelvis en movimiento cuando el otro se volvió a sentar sobre él como anteriormente. Lo podía notar, él otro estaba tan excitado como él o se acercaba pues a pesar del frío que hacía por culpa de las goteras y la lluvia su cuerpo estaba cálido.

Cuando su mirada se volvió a fijar en él notó que estaban muy cerca...notaba la respiración del chico y hasta los pulsos de su corazón, solo bastaba sacar la lengua y rozar los labios del muchacho...y eso hizo, le lamió y mordisqueó sus labios, con delicadeza y suavidad como si estuviera probando uno de esos postres de los caros restaurantes que había no muy lejos de esa taberna. Sus manos ahora desocupadas de trabajo empezaron a viajar por la espalda del chico, acariciando su piel con sus uñas, sin llegar a clavarlas como si estuviera avisándole de lo que vendría en unos instantes.-Si te hago daño..avísame.- y entonces le clavó las uñas de la misma manera que Arthur le estaba haciendo a él, dejandole finas marcas rojas de las cuales no manaba la sangre por la poca profundidad que tenían.-Bésame...- le ''ordenó'' volviendo a mordisquear el labio inferior del noble.