El rodeo que el otro interpuso entorno a su cintura le hizo sonreír muy levemente, sin lugar a dudas el trato ya había comenzado a hacerse latente, pues la suavidad empleada no era ni por asomo la anterior. Ahora podía tachar a su guardián forzado de, incluso, suave. No tenía ni idea de cuantas almas precisaría el demonio para satisfacerse, pero realmente esperaba que su liberación se diera pronto. Aún habían cosas que no comprendía y muchas tantas que siquiera hubiera imaginado jamás, pero... Ya no había marcha atrás.
Si quiera rodeó el cuerpo ajeno pues confió, obviamente, en que el otro no le soltaría de manera abrupta contra el suelo ni le haría caer contra el asfalto. Se dedicó a dejarse llevar, pues por alguna razón el demonio parecía dónde ir... Al poco, su mansión se dio a mostrar y una vez bajó de los brazos ajenos le dedicó una última mirada. No hizo ningún gesto de despedida, ni hablada ni corporal. Le sacó la lengua en un gesto totalmente infantil y pasó a meterse dentro del portón, dejando atrás a quién, ahora, en cierto y retorcido modo pertenecía.
// Cerrado \\